«En las tabernas se reunían los más pobres porque los ricos no se querían juntar e iban a otros sitios»
Poli Ramos fue tabernero hasta los 7 años en la calle Colón esquina con calle Badajoz ·
«Cuando cogí la taberna, aparte del vino y del aguardiente, empecé a servir café. Abría a las seis y media de la mañana tanto en la de la Plaza como en la de la calle Colon. Para ello me ayudaba mi mujer Ángela«
Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.
Viernes, 13 de septiembre 2024, 11:16
Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.
Opciones para compartir
Poli Ramos heredó de su madre la antigua taberna de la calle Colón, esquina a la Calle Badajoz, que todos en el pueblo conocen como la taberna de Guadalupe y más tarde del Poli. Hoy hablamos con Poli Ramos, el hijo de Guadalupe y tabernero desde 1975.
Un comercio antes que taberna
Desde 1946 su madre, Guadalupe, al fallecer su marido Juan Ramos, siguió llevando el comercio de ultramarino fundado año antes.
«Mis padres tenían un ultramarinos. Al enviudar, mi madre siguió en 1946 con el comercio en el que se vendía un poco de todo; pero a principios de los años 50, lo convertiría en taberna. Ella la regentó y yo aprendí de ella haciéndome cargo del negocio en 1975. Sabía bien el trabajo, porque realmente me crié en la taberna», señala Poli. Y describe el lugar en los primeros pasos de una casa habitable.
Dos tabernas
Pero el oficio de tabernero lo empezó a ejercer después de que intentara hacerse carpintero trabajando en la carpintería de Pina.
«En el año 1977 arrendé a tu tío Rafael Poves la taberna que tenía frente a la Plaza de Abastos y la tuve hasta el año 89»
Cuenta Poli que su clientela era de trabajadores, incluso mineros de la antigua mina de carbón de Los Santos.
«En las tabernas se reunían los más pobres porque los ricos no se querían juntar e iban a otros sitios», explica Poli quien nos ilustra de la amplia oferta de tabernas que estaban abiertas en el pueblo en aquellos años.
Recordando establecimientos
La Fariña en la calle Zafra, Seña Luisa, la del Canalla, en la calle Badajoz, La Pachona en la calle Santísimo, Estrella la de Casasola frente al Pilar de Vistahermosa, la 'Señá Julia' – donde a veces también iban algunos ricos- en la calle Santocilde , la taberna de Crisanto en la Calle Franco, ahora Diego Hidalgo…Eran establecimientos sin letreros en la puerta y normalmente ocupaban un par de habitaciones de interior de la casa donde estaban instaladas.
«Cuando cogí la taberna, aparte del vino y del aguardiente, empecé a servir café. Abría a las seis y media de la mañana tanto en la de la Plaza como en la de la calle Colon. Para ello me ayudaba mi mujer Ángela. Ya servíamos cervezas que enfriaba en las barras que a diario adquiríamos de la fábrica de hielo del bar Castilla. Entonces eran de la marca el Gavilán que se fabricaban en Mérida», explica Poli.
A veces la clientela se sentaba a la puerta en verano con la fresca; pero desde que ampliaron la carretera y quitaron la Curva quedaba poco espacio.
Clientes mineros
Recuerda los comentarios, en la taberna, del accidente que tuvo lugar por aquellos años en la mina, cuando quedaron atrapados varios mineros que se salvaron milagrosamente. Los compañeros de los mineros atrapados y el propio administrador de la mina iban con frecuencia a la taberna. Y Enseña una vieja foto en las que varios mineros se retratan en la taberna junto al administrados: Anselmo Píriz, Enrique, que vive con mas de 80 años, Sebastián el encargado, Jesús el 'Cano Alibú' con una botella y El Nino.
«El Cano Alibú sufrió un accidente con un petardo que llevaba en la mano para festejar el día de Santa Bárbara Patrona de los mineros; yo iba con él a una caldereta que me habían invitado»
En la taberna estaba prohibido por orden gubernativa el cante y la blasfemia.
«A veces alguno se echaba un fandango pero lo que no permitía, bajo ningún concepto, eran las blasfemias».
Ahora El Poli tiene 79 años y a menudo se le ve jugando al billar en el Centro de Mayores. Se retiró como tabernero con sesenta y siete años cumplidos y toda una vida de sacrificio, porque entonces había pocos días de cierre del negocio. Ninguno de sus hijos ha seguido la tradición.
«El mayor es matemático, otro es ingeniero de obras publica la niña es profesora; ninguno ha seguido mi oficio y han terminado sus carreras en la Universidad; tengo 3 nietos y uno que viene en camino», cuenta gozoso Poli quien aún conserva el primitivo mostrador de la taberna de su madre que servía el 'cafetón' de la época, cuando escaseaba el café y también guarda los viejos molinillos, las balanzas y otros utensilios del viejo comercio. Para él son recuerdos imborrables.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.