Jacobo Molina en la actualidad Lucio Poves
GENTE CERCANA

Jacobo Molina aprendió a leer siendo niño pastor y nunca ha dejado de formarse a lo largo de su vida

SU MADRE LE ENSEÑÓ A LEER Y A ESCRIBIR EN EL CORTIJO EN QUE VIVIAN,AHORA ESCRIBE SUS MEMORIAS ·

«Mi padre era pastor y estábamos en una finca de Usagre- la de los González-. Vivíamos mis hermanos y yo con mis padres en una pequeña casita de pastores y no podíamos ir a la escuela, porque entonces no había los medios de hoy para llevar al colegio a los niños que viven en el campo»

Martes, 16 de marzo 2021, 13:47

Jacobo Molina es un santeño que nació en 1.940 y por lo tanto ha llegado a cumplir los ochenta años, con unas ganas locas por escribir ; y en ello anda perfilando un libro sobre su vida que, como la de muchos santeños que nacieron en aquella época, hubieron de vivir una crianza de estrecheces, no solo en lo material sino también en lo intelectual.

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Jacobo va escribiendo, de una manera metódica, los recuerdos desde que era un niño hasta que acabó proyectando películas de cine en el Monumental como ''operador de cámara'.

Jacobo Molina hace unos años nos enseña una planta medicinal ARCHIVO PROPIO

«Mi padre era pastor y estábamos en una finca de Usagre- la de los González-. Vivíamos mis hermanos y yo con mis padres en una pequeña casita de pastores y no podíamos ir a la escuela, porque entonces no había los medios de hoy para llevar al colegio a los niños que viven en el campo».

Cuenta que el pan lo hacían en un horno del cortijo, el trigo se molía en un molino de la ribera de Usagre y la compra- a cada diez o doce días- la hacía su madre en el pueblo y, el mismo día, se volvía al campo.

«Mi vida hasta irme al servicio militar- cuenta Jacobo- era el campo; desde los 8 años me dedicaba a cuidar 40 ovejas con las que pastoreaba por la finca durante todo el día con mi mochila, la cantimplora de agua y la prevención para comer. Era una manera de ayudar a mi padre en tiempos en que los sueldos, apenas llegaban para comer y había que salir con las ovejas hiciera frio o calor, con lluvia…»

Y cuenta que los trajes de agua eran unos capotes que impregnaban de pintura negra que, cuando llovía, «te ponían como los negritos».

La madre de Jacobo, sabía leer :»poco, pero con lo poco que sabía me empezó a enseñar a mí las primeras letras y a sumar y a restar que es en cuanto a los números ella llegaba»

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Jacobo era un niño que tenía mucho empeño en aprender: «Me llevaba la pizarra y el pizarrín al campo, con las ovejas, y mientras ellas pastaban, yo copiaba lo que me mandaba mi madre y por las noches, a la luz de un candil, copiaba del libro 'manuscrito' hasta que se acababa el aceite del candil; mucho esfuerzo en aprender, cosa que no me pesa »

El 'Manuscrito se lo regaló un 'pedrero' que hacia peredes de piedra en la finca de al lado por el procesamiento de piedra seca.

«Me recomendó que, cuando mi madre fuera al pueblo, me trajera otro libro para aprender aritmética; libro que, después de mucha búsqueda, me trajeron de San Sebastián»

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Había cumplido 16 años y a Jacobo le requirieron del ayuntamiento de Los Santos para que fuera a la escuela, pero él adujo que no podía por vivir en el campo. No obstante fue a hacer una especie de examen de escritura y lo aprobó: «me dieron una tiza para que firmara dos veces y, cuando vieron mi letra, me dijeron que ya no rezaba como analfabeto y que podía irme».

Jacobo se sacó el carnet de conducir de coche y moto el mismo día

«Hice los test con Eulogio en su autoescuela y me los aprendía de memoria – mientras cuidaba las ovejas- de manera que los aprobé a la primera. Tras unas clases prácticas, también aprobé el examen para coche y el de moto. El carnet- dice ahora Jacobo- me sirvió mucho para mi trabajo como tractorista».

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La mili marcó también la vida de este joven santeño quien, a la vuelta, dejó el campo.

«Gracias a Dios y al carnet de conducir no me quedé nunca sin trabajo»

Pero Jacobo Molina, quería aprender más y se matriculó- al ver unos papeles que habían tirado por las calles del pueblo- en un curso de educación a distancia para enseñanzas técnicas

«Estudie por correspondencia electricidad, mientras trabajaba en el campo de tractorista»

Gracias a estos estudios de electricidad, Jacobo entró a trabajar en el cine Monumental sin dejar las tareas agrícolas.

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«Yo era operador de cámara hasta que el cine Monumental dejó de proyectarlas por el auge de la televisión que restó espectadores en la gran pantalla»

En la Fiesta de las Letras que hace unos años celebra la Asociación Histórico Cultural Maimona, Jacobo Molina colaboró en su primera edición con un relato sobre una niña que conoció en el año 1950 y con la que coincidía en el campo- junto a un pozo- cuando él tenía 10 años y pastoreaba las ovejas

«Era la hija del porquero de una finca- a la linde de la de los González en la que yo vivía - y que el padre quedaba sola mientras se iba todos los días – de sol a sol- con los cochinos a las rastrojeras; al conocer la historia uno de los hijos del dueño de la finca que era médico, la sacó a ella y al padre de allí y la llevó al pueblo para que la niña pudiera estudiar y el padre trabajar en los albañiles».

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Es una historia muy tierna en la que se pone de relieve lo importante que es el aprendizaje en la niñez.

Jacobo tendrá que seguir contando su historia vital que pasa por escribir poemas muy rudimentario y del campo, de las vías pecuarias, de las plantas medicinales…en fin, de su vivencia contadas desde la más tierna infancia a su vejez que lleva con esplendida salud y claridad de mente.

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