Justo el día de la Virgen de la Estrella, 8 de septiembre, acompañamos a los familiares y amigos de Manuel Aparicio Tejón en la misa exequial celebrada en la Parroquia de Los Santos. Tenía tan solo 65 años y desde hace ya algunos, viene mostrando una firme entereza ante el dolor. Su actual esposa, estuvo tiempo ingresada en Badajoz, coincidiendo en que mi hermano Santiago estaba también allí, y pude comprobar la disposición de Manuel, siempre para con los suyos. Fiel guardián a la puerta de la Uci para conocer las últimas informaciones médicas.
Manuel era conocido en Los Santos como 'bucheta' y siempre presumió de este 'agregado' porque, a veces, son los motes bien puestos, los titulo que ostentan quienes no tenemos sangre azul. Manuel la tenía bien roja y su vitalidad se veía cuando estuvo sano, en sus tertulias habituales en el bar de la Casa de la Cultura. Y para que decir lo que batalló siempre en las matanzas didácticas de la Casa del Pueblo, con sus compañeros socialista. Porque él lo era a mucha honra como está escrito en los archivos del PSOE. Con José el Rojo, se ponía tras los fogones ayudando a preparar los garbanzos que se repartían y también ayudaba a Juan Barrientos en el asado de las piezas noches del cerdo.
¡Qué días aquellos!. De amistad y de camaradería; de algunos 'pipis' después de comer- así llamaba Manuel a los cubalibres-.
Se ha ido un hombre íntegro y gran trabajador. En Moncada, donde emigraron sus padres, se formó y trabajó en los servicios de Correo. Luego, sin nada que le atara a Cataluña, volvió a su tierra de nacencia.
Siempre de corazón abierto. De mirada sincera. Poco practicante religiosamente, pero con un fervor desmedido a su Virgen de la Estrella. Me acordé en el entierro de que, igual que la Patrona, Manuel estaba rodeado de flores en su adiós y una muy especial, de metal dorado, una rosa, que representa a la perfección los valores de Manuel: ternura, pasión por las cosas bien hecha, camino de espinas en su vida, olor a hombre de bien que, allí donde ponía sus pes, le nacían los amigos, siempre firme en las alegrias y en las tristezas. Fue una sobrina quien la depositó encima del féretro.
Adiós Manuel; sabes muy bien que la muerte no es el final y has muerto en paz contigo y con los demás. Seguramente lamentando que no puedas seguir cuidando a tu esposa quien, en una silla de ruedas te despedía con cara de dolorosa en su semblante. Pero otros lo harán porque tú has inculcado el cariño hacia ella.
Adiós Manuel y gracias por cómo fuiste y de qué manera te diste a los demás con tus firmes convicciones de hombre comprometido con los más necesitados. Que la tierra te sea leve – que decían los romanos-. Hasta pronto, que decimos quienes creemos que más allá de la muerte hay resurección… no es el final, amigo, como dice la canción de Cesáreo Gabaráin:
Tú nos dijiste que la muerte/ No es el final del camino
/Que aunque morimos no somos/ Carne de un ciego destino
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