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lorenzo montaño
Viernes, 9 de noviembre 2018, 16:32
Todo se inició a las 7:00 del sábado, hora prefijada para la salida desde la estación de autobuses, con la aún soñolienta congregación de los 26 miembros del grupo que integramos la expedición (hubo algunas bajas con respecto a las previsiones iniciales), con la carga en las entrañas del vehículo de la empresa "Matamoros" de equipajes, mochilas, bastones, neveras con los avituallamientos líquidos que aportaba la asociación; y finalmente con la partida, pocos minutos después, en dirección al primero de los destinos, Garciaz.
Tras unas 2 horas y media de viaje, interrumpido por la preceptiva parada para un suculento y ya anhelado desayuno en el Hostal La Estrella del municipio de Escurial y las dudas y complicadísimas maniobras que Manuel, nuestro avezado y esforzado conductor, tuvo que realizar para hacer que el enorme vehículo que nos transportaba (bus de 65 plazas y 15 m de largo) pudiese pasar las pintorescas pero estrechísimas calles y plazas, no precisamente diseñadas para este tipo de vehículos, de las localidades que debiamos atravesar (Santa Cruz de la Sierra, Herguijuela y Conquista de la Sierra); llegamos a Garciaz, punto de partida y término de la primera de las rutas programadas, circular y denominada precisamente "El Bosque Encantado de Garciaz".
Una vez equipados con los aditamentos propios del buen senderista y pasado el posado de la foto de rigor ante la fachada de la parroquia de la localidad, con un cielo claro y despejado y excelente temperatura, sobre las 10:00 h. iniciamos la andadura de los 18 Km de esta preciosa ruta.
Desde el primer momento nos cautivó la arrebatadora belleza del paisaje, hasta el punto de que en el primer tercio de la ruta, entre las múltiples paradas para fotos o la mera contemplación paisajística, la recolecta y degustación de castañas que al paso encontrábamos y las disertaciones micológicas de nuestro experto, Luis, el ritmo fue mucho más bajo que el habitual. Todo cambió con la larga y empinada cuesta que conducía al vértice geodésico del término, punto medio del trayecto, que nos hizo resoplar a más de uno y ponernos las pilas a todos.
Tras el merecido tentempié y recuperación de calorías consumidas en la dichosa cuesta, reanudamos la caminata con una segunda mitad del trayecto mucho más cómoda por ser mayormente descendente, entre robles y castaños, de cuya impresionante belleza dejará más fiel testimonio la multitud de fotos que prodigamos.
Y así, satisfechos y moderadamente fatigados, asomamos de nuevo por las calles de Garciaz. Atravesamos el pueblo y, ya a la salida, tras los aconsejables estiramientos musculares, dimos buena cuenta de las vituallas que nos quedaban y de las bebidas que conservábamos en las neveras y que nos esperaban, fresquitas, en las entrañas del autobús.
Luego, llegó el rato del café, la charla relajada y el fútbol televisivo en un bar cercano; y de vuelta a nuestro vehículo, iniciamos el relajado trayecto, (unos 55 Km) hacia Cañamero, vía Conquista de la Sierra, Zorita y Logrosán.
En las afueras de Cañamero se ubica el Albergue Municipal (y Juvenil creo que se llama, lo cual para mí particularmente resulta un pelín irónico) que nos prestó alojamiento, el cual había sido previamente reconocido y felizmente gestionado por el amigo Santi. Ya en él, ocupamos las habitaciones colectivas, pudorosamente separadas por sexos, y dotadas de literas que a los varones maduritos nos evocaban reminiscencias de mili. Nos duchamos y acicalamos por turnos y una amplia mayoría se desplazó al pueblo para tomar unas copas antes de la cena, sencilla pero suficiente y bien preparada y servida por la agradable y eficiente cocinera del establecimiento.
El madrugón y la caminata de la jornada aconsejaban una pronta retirada a los respectivos "aposentos", aunque algunos no perdonaran la partidita de cartas y ninguno las chanzas habituales en estas tesituras. Por la misma razón no se dilató demasiado el momento de entregarse a los brazos de Morfeo; y la noche, a despecho de ronquidos moderados, chirridos de somieres y tubulares de literas, sutiles liberaciones de gases intestinales, sigilosas visitas a los servicios y alguna inoportuna, pertinaz e impertinente manifestación de insomnio, discurrió plácidamente.
A las 7 en punto de la mañana, sonó el toque de diana (literalmente... y seguimos con las reminiscencias de mili) y tras el aseo, recogida de equipajes que debiamos reintegrar al autobús, disposición del equipo necesario para la siguiente jornada y el cumplido desayuno, abandonamos el albergue y, con la baja por abandono de 7 de los miembros, lesionados o tocados por la relativa dureza de la anterior, sobre las 8:30 h. dimos comienzo a la ruta del domingo, la emblemática "Ruta de Isabel la Católica", unos 15 Km lineales de buenas y pronunciadas cuestas y pendientes, subidas y bajadas por riscos, pedreras y fragosidades de las boscosas alturas de Las Villuercas, entre Cañamero y la Puebla de Guadalupe.
La jornada se preveía más dura que la precedente y adobada por unas condiciones climáticas bastante más adversas (niebla sumamente espesa); y efectivamente fue más dura, pero en opinión de la mayoría, aún más espectacular que la anterior. De hecho, mientras que algunos echaron en falta un día más soleado, otros pensamos que a ese tipo de paisaje le viene como anillo al dedo este tipo de condiciones meteorológicas. Ese ambiente neblinoso, norteño, cuasi británico le presta un encanto y una magia muy especial. Daba la impresión de que en cualquier momento iba a aparecer entre los robles la figura de un druida celta con su túnica y barba blancas y su pequeña hoz de oro en busca de muérdago y beleño para sus pócimas. En fin, fantasías aparte, y al margen de la dificultad de las cuestas, entre las que caben destacar la subida del desfiladero del río Ruecas, muy al principio; y la que, tras cuatro largos y arduos kilómetros, nos condujo a la cota de mayor altura, donde nos encontramos con "la Cruz de Andrada", "El melonar de los frailes" y poco después con "el castaño del abuelo", declarado árbol singular de Extremadura y cuya primera referencia escrita data nada más y nada menos que del Siglo XIV; la ruta fue maravillosa, Si la del día anterior fue "encantadora", esta del domingo fue realmente alucinante, de ensueño, con un encanto y una magia muy especial. Las fotos "lo contarán" mejor que yo.
Poco después de dejar atrás al "abuelo" comenzamos el largo descenso hasta las proximidades de Guadalupe, con una empinada subidita final hasta su casco urbano y su fantástica plaza, donde dimos por terminada la caminata y comienzo al merecido relax posterior.
Tan estupendo como la ruta fue su epílogo, las cervecitas con sus típicas tapas de morcilla en las terrazas de esa magnífica (aunque un poco fresca) plaza, la visita que los más animosos hicieron al monasterio y, especialmente, el opíparo almuerzo, previamente ideado y gestionado por nuestra amiga Pepi, en la hospedería del monasterio. Y sin más que rascar, vuelta al autobús para el relajado y satisfecho regreso al hogar tras un delicioso fin de semana de senderismo y grata camaradería.
Es de justicia agradecer a la presidencia y directiva en su conjunto los desvelos y esfuerzos realizados para la planificación, organización y ejecución de esta convivencia que no puedo más que calificar de sumamente exitosa y satisfactoria. En mi nombre y me atrevo a afirmar que en el de todos los participantes, quede constancia de ello. ¡Y hasta la próxima!
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