lorenzo montaño
Lunes, 28 de mayo 2018, 10:47
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El sargento primero Gordillo es un amante del deporte en varias versiones, pero disfruta como cabra en el monte cuando se pone las zapatillas y se tira a la montaña. En un nuevo reto personal se desplaza hasta Ronda, donde arropado por familiares y amigos se dispone a realizar la mítica prueba legionaria de los 101 kilómetros de Ronda por tercera vez. El primer obstáculo no es sólo preparatorio, ya que para superar estas pruebas de ultrafondo hay que estar muy bien preparado físicamente y mentalmente sino La primera aventura es la obtención de plazas. Esta que si es una aventura, para una prueba de 101 km, las 3800 plazas se acabaron en 20 segundos, así que imaginaros la suerte que hay que tener para coger una entre los 23000 inscritos de las diferentes modalidades de la prueba- nos comenta Gordillo
DIARIO DE LOS 101 DE RONDA LOS MOMENTOS PREVIOS
El viernes 11 de mayo, nos desplazamos toda la familia a la localidad de Ronda para recoger del dorsal para la mítica prueba andaluza, 101 km de la Legión. Después de ver y vivir el gran ambiente que se respiraba allí gracias a los legionarios y demás corredores, nos fuimos a casa de Víctor Villena, un amigo y paisano que vive y trabaja como maestro en un pueblo cercano a Ronda y que nos ofreció su casa y toda su ayuda para el fin de semana que pasamos juntos.
El sábado a las 11 de la mañana se daba el pistoletazo de salida de la prueba desde la Nueva Ciudad Deportiva de Ronda. Todo eran nervios y ánimos entre todos los participantes, cosa obvia ante el sofocón que nos esperaba. A nivel personal no llegaba en mi mejor forma, ya que había estado tres semanas parado en marzo a causa de una lesión por sobrecarga.
COMIENZA UN NUEVO RETO
Empecé desde muy atrás con cabeza ya que a pesar de disfrutar de estas cosas hay que tener claro las prioridades ya que dentro de un mes tengo unas pruebas físicas importantes, por lo que no quería lesionarme. Mi objetivo era acabarla y aunque mentalmente no las tenía todas consigo, quizás debido a las dudas ante mis problemas físicos. Eran horas de concentración y duro esfuerzo, mi música y yo contra los 101 km que me esperaban. Los primeros kilómetros empecé a adelantar a mucha gente, cogí buen ritmo y gran alegría, mucha culpa de ello la tenía el ánimo de la gente de Ronda, ya que los 3 o 4 primeros son urbanos y con mucho público.
PRIMEROS PROBLEMAS
Tras ir recorriendo kilómetros, me iba encontrando bien aunque el estómago me daba mala espina, no me dejaba hacer bien la digestión. Me propuse comer a las medias horas y tomar una pastillas de sales a las horas en punto, todo a partir de la primera hora de carrera sumado a nos daban en los avituallamiento cada 5 o 6 km aproximadamente y según los kilómetros podías encontrar comidas variadas, en todos plátano, naranja, agua y aquarius pero en otros hasta donut y sándwich. En este tipo de pruebas es importantísimo hidratarse y comer bien, siempre dentro de unos límites, el cuerpo necesita energía, son pruebas muy duras y largas.
Sobre el km 32 empezábamos una subida de 3 km bastante inclinada y el cuerpo me empezó a darme malas noticias, los isquios querían tener protagonismo. Pero los pudimos ir aguantando con magnesio líquido. Otro punto de inflexión fue el km 44, en el que casi me veía abandonado tras comer unas almendras y al tener problemas al tragarlas hicieron que incluso vomitara, teniendo que parar. Seguí andando tras los ánimos de otros corredores, poco a poco me sentí mejor con lo que empecé a correr otra vez sin molestias, fue una falsa alarma.
En el Km 50, me estaban esperando mi familia y nuestro amigo Víctor, con mi avituallamiento especial. Hice un descanso de media hora en el que aproveche para comer, estirar bien e hidratarme ya que aún quedaba lo más duro.
La siguiente meta era llegar al cuartel, situado en el km 70 donde nuevamente quedaba con mi familia para dejar las gafas de sol y la gorra y recoger el frontal y la bufanda tubular, ya que empezaba un poco a refrescar. Este tramo me pasó factura, ya que tenía fuertes subidas y bajadas. Era el momento de pasar del calor del día a la noche con su cambio de temperatura.
Afrontaba los últimos 30 km, los más difíciles de la prueba, por su gran desnivel y el esfuerzo ya acumulado. Con la euforia de acabar, teníamos que correr más con la cabeza que con las piernas y así fue. Me propuse ir a 6 km por hora, de esta forma tenía asegurada la llegada, era un ritmo lento pero seguro. En la km 79 nuevamente Víctor y mi familia me estaban esperando para darme ánimo y para ver si necesitaba algo, eran ya las 21:30 y seguíamos enteros.
Con la cabeza en la meta afrontaba las últimas subidas y bajadas, sólo con la luz de mi frontal, y por fin me topo con la cuesta el cachondeo llamada así por su desnivel y distancia, 2km y 400 metros, para terminarte de matar.
LLEGADA A META
El último km progresa por una de las calles principales de Ronda hasta llegar a la Alameda del Tajo, donde estaba esperándome mi mujer, mis hijas y Víctor y en un ambiente festivo de corredores música y familiares. Recojo a la mayor de mis hijas, Claudia, para entrar con ella en meta ya que la pequeña, Telma ya se había quedado dormida,
Eran las 00:45 ya del domingo y juntos entramos en la meta, con lágrimas en los ojos y superando nuevamente el reto, recogiendo la medalla y la mítica sudadera, la cual solo se la dan a los que finalizan la prueba.
Sin duda alguna un objetivo, una meta, un sacrificio que mereció una vez más la pena para el Sargento Primero Gordillo, que por tercera vez y en 13 horas y 44 minutos consiguió enfundarse los regalos de finisher de la mítica prueba legionaria rondeña.
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