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Los senderistas santeños disfrutaron de una espectaculares vistas por la serranía onubense.
La Verea se trae en la mochila la historia de la serranía de Huelva
asociación senderista cultural la verea

La Verea se trae en la mochila la historia de la serranía de Huelva

El pasado domingo, las dispersas nubes ya presagiaban que el oro líquido no tardaría en llegar por esa zona, pero antes los senderistas santeños, disfrutaron adentrándose por sus campos y viviendo por un rato, dentro espectaculares dólmenes que se conservan en Zalamea la Real. La Verea es mucho más que un grupo de caminantes, La Verea es cultura. Para el próximo evento, como dice el maestro Eloy, qué no falte nadie!

lorenzo montaño

Jueves, 1 de marzo 2018, 08:59

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Al filo de las 8:00 h., con puntualidad anglosajona respetuosa con las indicaciones del cartel convocante, se encontraban ya concentrados en la parada de autobuses un total de 44 animosos y entusiastas senderistas (30 de los cuales socios de "La Verea" y otros 13, la mayoría locales, que no lo son -todavía-); a los que se sumaba, para ésta ocasion particular, nuestro peculiar, inefable y polifacético guía.

Constatada la presencia de la totalidad de los participantes previstos, subimos al autobús de la empresa "Matamoros" con la debida rapidez y diligencia; y sobre las 8:15 h. nos pusimos en marcha hacia nuestro destino del día, El Pozuelo, pedanía del municipio de Zalamea la Real, en plena serranía onubense.

Tras una única parada para desayunar en el restaurante Leo, reemprendimos la marcha, siguiendo la autovía E-803 hasta Santa Olalla del Cala, donde la abandonamos, desviándonos en dirección Suroeste por la A-461 para adentrarnos en plena zona minera onubense y, tras dejar a nuestras espaldas varias localidades de la comarca (Zufre, La Granada del Río Tinto, Campofrío, el Parque Minero de Río Tinto, las minas propiamente dichas y Zalamea la Real), alcanzar finalmente nuestra meta, El Pozuelo.

Previamente, poco después de desviarnos en Santa Olalla, el presidente hizo una escueta salutación de bienvenida a los asistentes y presentó al antedicho guía, el cual tomó la palabra -y ya no la soltó- para comentar en presente, pasado y futuro e ilustrar amplísimamente a los presentes sobre todo lo que aparecía ante nuestros ojos, lo que se veía, lo que se podría haber visto, lo que se vería, lo que se intuía y lo que se imaginaba. Con su pintoresco y apasionado estilo narrativo nos habló sobre todo lo humano y lo divino, natural o artificial, animado o inanimado, paisajes, animales, plantas, cosas, conceptos... Tocó disciplinas tan dispares como minería, geología, mineralogía, zoología, tectónica, botánica, edafología, ecología, herboristería, farmacopea natural, alquimia, homeopatía, arqueología, paleoantropología, historia, infrahistoria, intrahistoria, suprahistoria, telurismo, radiestesia, parapsicología y energías esotéricas varias. ¡Boquiabiertos nos quedamos!

Tras bajar del autobús y armarnos de arreos, mochilas y bastones, poco después de las 10:30 h., iniciamos la ruta propiamente dicha en pos de nuestro gurú, que nos seguía ilustrando intensa e incesantemente; y acompañados desde el primer momento por dos simpáticas mastinas que no nos dejaron hasta el final y se lo pasaron en grande con tanta imprevista animación.

A los pocos kilómetros del inicio, nos dimos ya de bruces con el primero de la casi decena de dólmenes que cotitulan la ruta y que fuimos contemplando, comentando y fotografiando a lo largo de toda ella. Si bien hacían gala de diferente estado de conservación y posibilidades de contemplación, nos fuimos deteniendo en todos ellos para escuchar las doctas y completísimas explicaciones de nuestro guía, fotografiarlos cumplidamente y apreciar las energías que emanaban de aquellos venerables megalitos de nuestros neolíticos antepasados e impregnarnos de ellas hasta las cachas.

Al margen de las paradas ilustrativas de lo descrito, hicimos un par de altos nutricionales, uno sobre mediodía para el primer tentempié, junto a una frustrada urbanización céltica, víctima de la primera burbuja inmobiliaria de nuestra protohistoria; y el segundo, para la comida, entre los dos últimos dólmenes visitados.

A partir de ello, ahítos ya de alimento, del vino de la bota de Luis y de otras "energías" más intangibles, emprendimos ya el regreso hacia el punto en que nos dejó el autobús. Este último tramo de la ruta fue bastante más rápido que el trayecto precedente, por no haber más paradas y estar ya los senderistas deseosos del relax y de las sempiternas cañitas de los finales de ruta; si bien este último propósito se vio frustrado como pudo atestiguar la avanzadilla de los más sedientos, que llegó (a la pequeña población), vio y no bebió.

En vista de tal circunstancia, poco después de las 15:30 h., subimos de nuevo al bus y emprendimos el regreso al hogar. Hicimos una paradita en el bar-restaurante "La Ponderosa" de las afueras de Monesterio para cañas o cafés (división de opiniones en horario ambivalente) y tras la satisfacción de los anhelos etílicos o cafeínicos y de algún que otro complemento calórico, subimos de nuevo para llegar a Los Santos en torno a las 18:00 horas.

En suma, una espléndida jornada de senderismo, con una temperatura ideal a tales efectos (muchos de nosotros, en manga corta casi toda la ruta) y sin asomo de lluvia, complementada con una vertiente cultural nada desdeñable y, como siempre, un ambiente de camaradería inmejorable.

Nos despedimos deseándonos mutuamente un buen y merecido descanso, emplazándonos para la siguiente y agradeciendo una vez más los esfuerzos del guía de este día, y, ¡cómo no!, de la directiva de la Asociación por el éxito de organización y ejecución. ¡Hasta la próxima y que no falte nadie!

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